- Matarme ahora no va a salvarla- replicó él con calma.
- ¿Y qué?
- Debes hacer algo por mí, Jacob.
- ¡Y un cuerno, parásito!
No dejó de mirarme con esos ojos enturbiados en parte por la fatiga y en parte por la locura.
- ¿Y por ella?
Apreté los dientes con fuerza.
- Hice todo lo posible por apartarla de ti. Todo. Ahora es demasiado tarde.
- Tú la conoces, Jacob. Mantienes con ella una relación a un nivel que yo ni siquiera soy capaz de comprender. Eres parte de ella y ella de ti. A mí no va a escucharme, pues piensa que la subestimo. Bella se cree lo bastante fuerte para salir airosa de esto... -el sofoco le impidió respirar. Se calmó y tragó saliva -. Puede que a ti te oiga.
- ¿Y por qué a mí sí?
Se levantó tambaleándose. Me pregunté si no se le habría aflojado algún tornillo. ¿Podían volverse majaretas los vampiros?
- Quizá -respondió tras leerme la mente -. No sé. Esa pinta tiene -meneó la cabeza -. Intento ocultarlo delante de ella, ya que la tensión le hace empeorar. No puede soportar nada tan deprimente como esto. He de mostrar compostura a fin de no hacérselo más duro. ¡Ha de escucharte!
- No puedo decirle nada que tú no le hayas dicho antes. ¿Qué quieres que haga? ¿Asegurarle que es tonta de capirote? Lo más probable es que ya lo sepa. ¿Soltarle que se va a morir? Apuesto a que eso también lo sabe.
- Puedes ofrecerle algo que ella quiere.
Cullen daba palos de ciego, iba sin brújula. ¿Eso formaba parte de su ida de olla?
- Sólo me interesa que su corazón no deje de latir -continuó, repentinamente muy centrado -. Si es un niño lo que quiere, lo tendrá; como si desea una docena. Lo que quiera, cualquiera cosa -se detuvo durante un latido de corazón -. Puede tener cachorros si es eso lo que prefiere.
Nuestras miradas se encontraron durante un momento. Bajo una fina capa de autocontrol, su rostro era l a viva imagen del terror. El ceño fruncido se me vino abajo y la boca se me abrió de sorpresa conforme empecé a asimilar el significado de sus palabras.
- ¡Pero no de esta forma! -masculló antes de que pudiera recobrarme -. No con eso que le absorbe la vida mientras yo estoy aquí, observando con impotencia cómo enferma y se consume, contemplando cómo esa cosa le hace daño -tragó una bocanada de aire a toda prisa, como si alguien le hubiera asestado un puñetazo en el estómago -. Debes hacerla entrar en razón, Jacob. Ella ya no va a escucharme. Rosalie no se aparta de su lado, y no deja de alimentar su locura, y de infundirle coraje, y de protegerla. No, no la protege, cuida del engendro. La vida de Bella no significa nada para ella.
El sonido contenido de mi garganta sugería que me estaba asfixiando.
¿Qué había insinuado, que Bella debería...? ¿El qué? ¿Tener un bebé? ¿Mío? ¿Qué? ¿Cómo? ¿Me la estaba entregando o tal vez creía que a ella no le importaba ser compartida?
- Lo que sea y como sea siempre que siga viva.
- Es la estupidez más descomunal que has dicho hasta ahora -murmuré.
- Ella te quiere.
- No lo suficiente.
- Está dispuesta a morir por tener un hijo. Quizás acepte una alternativa menos radical...
- ¿Acaso no la conoces?
- Lo sé, lo sé. Va a hacer falta una gran dosis de persuasión para convencerla; por eso te necesito. Sabes cómo piensa. Puedes hacerla entrar en razón.
No podía pensar en su sugerencia. Era excesiva. Imposible. Equivocada. Una aberración. ¿Qué proponía? ¿Tener en préstamo a Bella durante los fines de semana y luego devolverla el lunes como una peli de alquiler? ¡Menudo lío!
Y demasiado tentador.
No deseaba sopesarlo ni imaginarlo siquiera, pero las imágenes vinieron a mi mente a pesar de todo. Había tenido ese tipo de fantasías con Bella muchas veces, remontándome a la época en que aún había una posibilidad para nosotros; y luego, cuando quedó claro que ese tipo de entelequias no era posibles y sólo dejaban heridas supurantes, nada de nada. Pero hubo un tiempo en que no había sido capaz de evitarlo, y ahora tampoco logré contenerme y especular con la posibilidad de tenerla entre mis brazos, de que ella suspirara al pronunciar mi nombre...
Y lo que era peor aún, nunca antes había especulado con esta nueva imagen, una que en buena lid jamás hubiera existido para mí. Aún no. Una imagen que me iba a perseguir durante años si no me daba prisa a la hora de sofocarla en mi mente, donde ya había empezado a echar raíces como la mala hierba: venenosa e imposible de erradicar. Esa imagen mostraba a una Bella radiante y llena de vitalidad, la antítesis de su estado actual, pero con cierta semejanza; su cuerpo no estaba desfigurado, aunque había adoptado una silueta redondeada, normal en una embarazada... de mí.
Hice un esfuerzo por escapar de la venenosa semilla que había germinado en mi mente.
- ¿Hacer que Bella avenga a razones?... Pero tú ¿en qué mundo vives?
- Inténtalo al menos.
Me apresuré a negar con la cabeza. Sin embargo, él hizo caso omiso a mi respuesta y permaneció a la espera, ya que podía percibir el choque de mis pensamientos enfrentados.
- ¿De dónde sacas este rollo psíquico de mierda? ¿Te lo estás inventando todo sobre la marcha?
- No he dejado de pensar en posibles caminos para salvarla desde que me percaté de sus planes y de que estaba dispuesta a morir para realizarlos, pero no sabía cómo contactar contigo, ya que estaba seguro de que no ibas a poderte al teléfono si te llamaba. Si no hubieras venido hoy, habría tenido que ir a buscarte, pero se me hace muy difícil separarme de ella, aunque sea sólo por unos minutos. La condición de Bella... Bueno, eso está cambiando, no deja de crecer, y además muy deprisa. Ahora no puedo estar lejos de ella mucho tiempo.
- Pero ¿qué es "eso"?
- No tenemos ni idea, ninguno, pero ya es más fuerte que la madre -de pronto vi al monstruo por nacer rasgándola desde dentro para salir -. Ayúdame a detenerlo -susurró -, ayúdame a impedir que esto suceda.
- ¿Cómo? ¿Ofreciéndole mis servicios como semental? -Edward no movió una pestaña al oír mis palabras, pero yo di un respingo -. Tú estás muy mal. Ella no va a querer saber nada del tema.
- Prueba. Total, no hay nada que perder. ¿En qué puede hacer daño?
Me podía hacer daño a mí. ¿Acaso Bella no me había dado suficientes calabazas como para merecerme otra más?
- ¿Un poquito de dolor a cambio de salvarla? ¿Acaso es eso un alto precio?
- No va a funcionar.
- Tal vez no, pero quizás eso la confunda y flaquee su resolución. Todo cuanto necesito es un momento de duda.
- Y luego, en el último minuto, echarás por tierra la oferta- "Sólo era una broma, Bella".
- Si ella quiere un niño, lo tendrá. No me voy a echar atrás.
No podía creerme que estuviera considerando su proposición. Bella me atizaría otro puñetazo, de eso no tenía ni que preocuparme, aunque volvería a romperse la mano. No debería haber dejado hablar a Edward. Me había puesto la cabeza como un bombo. Tendría que haberme limitado a matarle.
- No ahora -susurró -, todavía no. Equivocado o no, eso va a acabar con ella y tú lo sabes. ¿Qué prisa hay? Tendrás tu oportunidad si ella no te escuchar. Te pediré que me mates cuando el corazón de Bella cese de latir.
- Eso no vas a tener que suplicarlo mucho.
El atisbo de una sonrisa desfigurada le curvó la comisura de los labios.
- Con eso ya contaba.
- Entonces, tenemos un trato.
Él asintió y tendió su fría y pétrea mano. Me tragué mi desagrado y alargué la mía para estrechársela. Cerré los dedos alrededor de la piedra y le di un único apretón.
- Lo tenemos -aceptó.
Fragmento Capitulo 9, libro Amanecer, Stephenie Meyer.